Latinoamérica y el Caribe, contra el cambio climático

América Latina y el Caribe, una región compuesta por más de 40 países con economías, sistemas políticos y visiones diferentes sobre cómo enfrentar los efectos del calentamiento de la Tierra, no suele negociar en grupo en las Cumbres del Clima.

Sin embargo, la región sí comparte su gran vulnerabilidad ante el cambio climático y el haber dado muestras de liderazgo para enfrentarlo. En la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Cambio Climático (COP) que tendrá lugar en Lima, la región tiene la oportunidad de liderar el proceso de forma constructiva y propositiva. Y lo bueno es que tiene la credibilidad para hacerlo. A pesar de los muchos desafios que aún tiene por enfrentar, se ha destacado por su esfuerzo en adoptar medidas ambiciosas para combatir el cambio climático.

La agenda REDD+ fue introducida por Costa Rica y Nueva Guinea en la COP de Montreal en 2005. En 2010, la cita fue en Cancún, donde el gobierno mexicano logró impulsar nuevamente las negociaciones internacionales luego de la fallida COP de Copenhague el año anterior. En Cancún, se lograron importantes resultados, como el establecimiento del Fondo Verde Climático al cual México acaba de contribuir con la suma de 10 millones de dólares.

Ahora es el turno de Perú, que presidirá una de las Cumbres del Clima más importantes de la historia: la antesala de París 2015, la fecha límite para llegar a un nuevo acuerdo global vinculante que reemplace el Protocolo de Kioto y regule el cambio climático a partir del 2020.

Pero además de estas contribuciones al proceso multilateral, diversos países de la región han asumido compromisos a nivel nacional, el cimiento para que la respuesta global al cambio climático sea eficaz.

La deforestación y el cambio de uso del suelo han constituido históricamente la principal fuente de emisiones en América Latina y el Caribe. Sin embargo, varios países de la región han asumido compromisos en este frente. Brasil redujo su deforestación en un 70% durante la última década a la vez que incrementó la producción de soja en un 80%, mostrando que la conservación y el crecimiento económico sí pueden ser compatibles. Colombia y Perú se han planteado metas de deforestación neta cero para el 2020 y 2021 respectivamente.

Latinoamérica también le está apostando al desarrollo de energías renovables. En Uruguay, las renovables ya cubren más del 80% de su demanda de electricidad. Costa Rica, que ya viene avanzando en este tema, quiere convertirse en carbono neutra para el 2020. México tiene la meta de que el 35% de su matriz eléctrica se base en renovables para el 2018. Y en la Cumbre del Clima que organizó el Secretario General de la ONU Ban Ki-Moon, Michelle Bachelet, presidenta chilena, declaró que su país tiene el objetivo de producir 45% de su electricidad con energías renovables para 2025.

Pero aunque estas acciones son significativas, no son suficientes. El informe más reciente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) dejó claro que, de no dejar atrás los combustibles fósiles, los impactos del cambio climático serán profundos y en muchos casos irreversibles.

En Latinoamérica y el Caribe, el cambio climático tendrá repercusiones negativas en todos los sectores que tienen como misión promover el desarrollo y reducir la pobreza, incluyendo una reducción significativa de la producción agrícola, riesgo para el suministro de agua proveniente de los glaciares tropicales y el colapso de una porción significativa del bioma coralino que sostiene no solo las pesquerías sino también el turismo del Caribe.

Se necesita que todos los países, incluyendo los de América Latina y el Caribe, opten por un modelo de desarrollo diferente. Uno que se aleje de los combustibles fósiles y le apueste a un crecimiento económico bajo en carbono, resiliente al clima y basado en la conservación de su acervo natural.

Esta decisión no será fácil. Aunque las emisiones de Latinoamérica han sido relativamente bajas en comparación con otras regiones del mundo, esto fácilmente podría cambiar en las próximas décadas si el crecimiento económico de la región se sigue apoyando en la conversión de hábitats para expandir la frontera agropecuaria y en la expansión de infraestructura para combustibles fósiles que hagan frente a una creciente demanda de energía.

Sin embargo, la región ha demostrado el cambio es posible y beneficioso. Y sobre todo, que puede ser un nuevo motor de desarrollo y un imán para atraer nuevos capitales de inversión. Latinoamérica tiene un potencial tan grande de energía renovable más allá de la hidroeléctrica que se calcula que, si la región aprovechara tan sólo el 4% de dicho potencial, podría cubrir toda su demanda energética.

Ante este panorama, este es el momento de que el mundo venga a Lima para que, con una sola voz, Latinoamérica y el Caribe le diga al mundo que sí es posible hacerle frente al cambio climático y que todos, en las medidas de sus capacidades nacionales, tienen un rol protagónico que desempeñar.

 

Fundación EU-LAC
Hamburgo (Alemania), 8 diciembre 2014
Por MARIANA PANUNZIO *Mariana Panuncio es directora de Cambio Climático del WWF para América Latina y el Caribe

Fuente: (Fundación EU-LAC/Infolatam).-

 

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